domingo, 17 de mayo de 2009

Agridulce despedida


En esto de las setas muchas veces tiene más gracia buscar lo difícil que llenar la cesta recolectando. Unos de los bosques en que aprendí a buscar está a pocos kilómetros de Sabadell y era muy bueno para la llanega (hygrophorus latitabundus) y el fredolic (tricholoma terreum).. últimamente iba poco, la expansión urbanística lo había reducido y ensuciado y es penoso alterar los buenos recuerdos de infancia con latas, bidones de aceite, preservativos, escombros y demás lindezas que los adinerados habitantes de esta bonita urbanización han decidido incorporar al paisaje para convertir el terreno en un auténtico vertedero.. pero este año las especies más invernales decidieron salir tarde, y a día 15 de enero pocos rincones me parecían más adecuados que este para encontrar alguna llengua de bou (hydnum repandum) o camagroc (cantharellus lutescens) rezagado.

Llego al sitio hacia las nueve y media pero me encuentro los pinos talados y el suelo lleno de ramaje, es la crónica de una muerte anunciada pero no deja de llenarme de rabia.. vuelvo a casa con un enfado visible que mi mujer aguanta estoicamente. Definitivamente se ha acabado la temporada.

Ya más tranquilo decido aprovechar el parón para planificar la temporada de primavera y el primer objetivo son las huidizas morchellas, que el año anterior sólo me habían recompensado con dos ejemplares. Busco, leo, pregunto.. y un día mi abuelo me enciende la luz:
- Yo las había cogido en aquél bosque.
- No me digas, le contesto, y le ahorro el disgusto de saber que aquello ya no existe.

Las múrgulas son amigas de la destrucción, y les gustan los bosques talados el año anterior así que a partir de finales de febrero hago visitas regulares, sin resultado alguno. Las condiciones meteorológicas no acompañan, viento y pocas lluvias hacen que me olvide por un tiempo.

A primeros de abril empiezan a llegar noticias de recolectas y Ramón me llama, ha encontrado unas cuantas en una riera y quedamos para intentarlo. Nos plantamos cerca de Ripoll, recorremos todo el curso fluvial bajo avellanos y algún fresno… encontramos muchos ariganys (Mitrophora semilibera) pero ninguna morchella. Volviendo a casa el tráfico es fluído, me sobra algo de tiempo y sin ninguna fe me acerco al bosque de marras, bajo del coche sin ningún ánimo, por hacer tiempo sigo el camino chutando piñas, pensando en tiempos pasados y de pronto las veo, en un márgen revuelto por las máquinas, bajo unas ramas muertas. ¡¡¡Corre al coche a por la cámara!!! Hay cinco grandes y alguna pequeña, las recojo con una ilusión inmensa y vuelvo a casa con una sonrisa de oreja a oreja.

La tentación de volver a por las pequeñas era grande pero aguanté tres días, convencido que sólo habría aquellas cuatro que dejé. Ese viernes será difícil de olvidar, las pequeñas habían crecido poco pero resiguiendo los caminos buscando sitios similares encontré un buen plato, una agridulce despedida que me ofreció aquel pequeño bosque lleno de recuerdos.

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